UNA FRASE

Llamó a mi puerta la nostalgia y no le abrí... pues estaba buscando soluciones para el futuro




domingo, 24 de marzo de 2013

EL MISTERIO DE JUANIN


        EL MISTERIO DE JUANÍN

        “Que no le llamen misterio

al florecido sermón

que lanza hacia el cementerio

el dolorido tambor”.

        Con esta estrofa empieza uno de los poemas más conocidos de mi padre Juan Andújar Tomás, “Juanín”, como le llamaban todos aquellos que de una u otra manera tuvieron con él una cierta dosis de intimidad. Un poema que estrenó en el incomparable marco de nuestra parroquia de la Asunción allá por el año 1989 cuando tuvo el honor de ser pregonero de nuestra Semana Santa

        Aquel día puedo decir, sin ánimo a equivocarme, que fue, sino uno de los más felices de su vida (que también), el día que más orgulloso se sintió y muy probablemente, el día que recibió en lo más profundo de su alma, el más alto honor que pueda recibir un hellinero.

        Recuerdo ahora, que me mata su ausencia, como los meses anteriores al acto, preparaba con esmero, yo diría que con mimo, el Pregón, como ensayaba por los pasillos de nuestra casa en Albacete, como hacía anotaciones, corregía… como  nos recitaba a mi madre y a mí fragmentos, como medía el tiempo y la estructura, obsesionado por la medida justa y como aplacaba los nervios los días anteriores, preocupado por su gastada voz y esa timidez, que luego (y me incluyo yo también) parece no existir cuando nos enfrentamos al momento de la verdad.

        El pregón de Juan Andújar Tomás, mi padre, estructurado en tres partes Entorno, Procesiones y Tambor, preñado de versos propios y de mi abuelo Juan Andújar Balsalobre, es un juego de ensoñaciones, de recuerdos, de nostalgia y sobre todo de profundo amor a Hellín a su Semana Santa, a su Tambor y a los hellineros, baste este breve párrafo para ver la dimensión, no del hombre, no del poeta, no del padre al que vengo hoy a honrar, sino del hellinero cabal, que escribe y siente a Hellín y sus gentes más allá de la vida y de la muerte.

        Dice Juanín en su pregón:

        “Todo hellinero nace con dos corazones en el pecho, el uno biológicamente insustituible lo emplea para amar profundamente a su pueblo y el otro, el tambor, para expresar en estas fechas ese amor…”

        Se puede decir más alto pero no más claro, porque el corazón del hellinero o la hellinera, ya sea por nacimiento o adopción, no late, no palpita, solo redobla y al fin y al cabo cuando le alcanza la dama del alba, no muere, simplemente marcha a repiquetear en otras dimensiones.

        El pasado enero Juanín, mi padre, se fue a tañer el parche a otros lugares seguramente más indoloros, se fue como decía Serrat (otro de los iconos, que compartimos) dejando el último verso, en la revista Tambor de la Semana Santa de 2012.

        Mi padre, Juanín Andújar, nunca fue un virtuoso de los palillos, el mismo solía decir que no era un buen tamborilero, en el sentido rítmico y musical de la palabra. Pero yo ahora, echando la vista atrás, me atrevo a decir, que el mejor tamborilero, no es el que mejor toca ni el más hábil, ni el más rápido, sino aquel que logra esa comunión con el instrumento que va más allá del sonido, que se mezcla con el gentío, y queda solo con su tambor y su propia historia aunque este rodeado de la multitud. Ese momento mágico que alcanzamos tan solo unos minutos en la noche de Jueves Santo, en la mañana del Viernes… ¿Qué sé yo? Y que él plasmó en un verso antiguo titulado “La Noche” que comenzaba:

        “He soñado esta noche en el Calvario

y me he sentido solo eternamente…”

        O cuando dice en otro titulado “Anticipación de Viernes Santo”:

        “Estuve ayer Jesús en el Calvario

y no era Viernes Santo.

¡Que gentío de ausencias,

Que clamor de ignorancias!...”

        Porque el contaba siempre que había sido un tamborilero solitario, de aquellos que enfrentaban la noche sin más abrigo que su tambor, pero que sin embargo encontraban amigos y compañeros en cada calle, en cada barrio y en cada rincón de Hellín… Si volvemos otra vez a su pregón en el apartado del Entorno, cuando culmina el capítulo con un verso encontramos:

        “Decir Semana Santa en esta tierra

hablar de los tambores, de los pasos

es subir hasta el sentido viejo de las piedras

de tus barrios cosidos de alto en bajo…”

         Y es que Juanín tocaba el tambor en cada verso, en cada estrofa, en cada comparecencia en las diferentes revistas, especiales etc. de Semana Santa, y en eso de tocar el tambor con la palabra, el escrito y el corazón, creo que puedo afirmar, sin moverme la pasión, pero sí, he de reconocerlo la nostalgia y la ausencia, era el mejor.

        El mejor cuando define a Hellín en cuatro líneas de sus “Cruces de Viernes Santo”:

        “Hellín, Semana Santa

infinidad de muerte y de clamores,

Hellín, semana Santa, redoble de tambores

infinidad de sacrificio y múltiples amores…”

Sublime cuando le canta a la imaginería como en estas coplillas al estilo de su padre Juan Andujar Balsalobre, también extraídas del  Pregón de 1989:

“Esa Virgen de las Penas…

del hellinero escultor

limpia como una azucena

es bonita hasta el dolor…

 

El silencio enseñorea

el dolorido rumor

hermosa flor de ajedrea

de la Virgen del Dolor

 

Hellín se coloca el velo

de la triste oscuridad

sueña el dolor sin consuelo

Virgen de la Soledad

 

Llena tu balcón de flores

para el paso repetido

del corazón malherido

de María de los Dolores”

 

O insuperable como cuando les canta a las propias peñas de tamborileros como en el dedicado “A las Peñas de Tamborileros” que acaba:

“Aquí desde la cumbre

se contemplan a todas apiñadas

con el nombre de Hellín entrelazadas.

Están todas aquí

 las dichas como aquellas no nombradas.

Y el nombre de Hellín en toda su extensión

ha sido requerido, ha sido enaltecido

con una geografía de emoción

por el entrañable sonido enternecido”.

 

O en esta otra de 2002, publicada también en la revista bajo el título “El Tambor Crucificado” y de la que extraigo otro cuarteto:

Son los arcos de la gente añeja

junto a la Peña de perfil enamorada

que junta vino y rosa en madrugada

En el cansado lienzo que maneja…

Hellín, Semana Santa y Tambor tres elementos unidos y presentes constantemente en la peripecia vital, poética y humana de mi padre. Desde el ansia misma por volver en los tiempos de Madrid, por acercarse en los años vividos en Albacete y por pasar su ultimo devenir en Gran Vía 33. 1º Derecha.

Hellín, siempre Hellín… La Ciudad Bendita del tambor como se titula otro de sus versos, Hellín y su encantamiento, así termina el verso que le dedica a su Hermana Carmen y que se llama “Sueño del Dios Tamborilero”

“Cuando la gente, cansada

de tanta noche y cemento

busca en la yerba cama

y en sus cestos alimento

Dios y el niño de su mano

anduvieron el concierto

de otros tambores que hablaban

de Hellín y su encantamiento”.

 

Hellín y La Semana SantaLa Semana Santa como el sueño infantil del Hellinero como plasma Juanín en el propio inicio de su Pregón de 1989:

“Como recuerdo aquellas mañanas de comienzos de Primavera en Hellín en que con una especial ternura y candidez nos abríamos a la vida desde las aulas de una vetusta academia. Se sentía la llegada de un acontecimiento fundamental en el transcurrir del año, la Semana Santa…”

Y La Semana Santa asociada al tambor…El tambor, ese tambor Hellinero con el que tenemos cada uno una relación personal e irrepetible y que él expresa de forma   única, mágica y cuasi mística en un poema de amor a mi madre y al que pone por título “Se llama Amor” cuando dice por ejemplo:

“Se llama amor…

a la inocente calentura

que produce una extraña partitura

que se interpreta en cada corazón

amparada en la vieja asignatura

del palillo y el parche en reunión.

Por eso mujer, se llama amor…

al toque del tambor.”

Al final y ahora que te has ido, (dejadme que le hable directamente) Juanín, papá, como mi herencia son tus versos y como a mí solo me queda coger el testigo, recuerdo también la última estrofa de otro poema, aquél que llamaste “Cuento atrasado para mi hijo Juan” y me lo tomo como consejo, para mantener vivo, aun después de la propia muerte, el vínculo del poeta con Hellín, te miro mientras oigo tu voz que dice:

“Y entiende lo que te digo

en tarde de amorosa reflexión

que embellece el sonido de un tambor,

y entiéndelo si puede ser,

como el viejo poeta lo dijera

porque te estoy hablando…

… de Hellín en Primavera.”

En estas líneas y gracias a la oportunidad que me ha brindado la Revista Tambor y la Asociación de Peñas de Tamborileros he intentado desvelar “El misterio de Juanín”, mi padre, posiblemente si no el poeta de las Semana Santa de Hellín, seguro que el poeta del Tambor de Hellín, no sé si lo he conseguido, dejadme darle, de nuevo  la palabra a él para concluir, si no desvelando su propio misterio, si desvelando, a mi juicio, el misterio del tambor, con el final del poema con el que iniciábamos esta “elegía” donde desgrana, otra vez en mi propia opinión, lo que es y será nuestra razón de ser tamborilera:

“Vamos a llamarle altura

vamos a llamarle brisa

acordemos que es mesura

que va oponiendo a la prisa

la dolorosa agonía

del amor exacerbado

que puso un Crucificado

para el que no le entendía.

 

Le llamaremos bonanza

yo le llamaré hermandad

y aquél solidaridad

y entre todos esperanza

y puede ser que algún día

el redoble del tambor

sea el único dolor

que rasgue mi geografía”.

 

Juan Andújar Tomás y Juan Antonio Andújar Buendía

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