EL MISTERIO DE JUANÍN
“Que no le llamen misterio
al
florecido sermón
que
lanza hacia el cementerio
el
dolorido tambor”.
Con esta estrofa empieza uno de los
poemas más conocidos de mi padre Juan Andújar Tomás, “Juanín”, como le llamaban
todos aquellos que de una u otra manera tuvieron con él una cierta dosis de
intimidad. Un poema que estrenó en el incomparable marco de nuestra parroquia
de la Asunción
allá por el año 1989 cuando tuvo el honor de ser pregonero de nuestra Semana
Santa
Aquel día puedo decir, sin ánimo a
equivocarme, que fue, sino uno de los más felices de su vida (que también), el
día que más orgulloso se sintió y muy probablemente, el día que recibió en lo
más profundo de su alma, el más alto honor que pueda recibir un hellinero.
Recuerdo ahora, que me mata su ausencia,
como los meses anteriores al acto, preparaba con esmero, yo diría que con mimo,
el Pregón, como ensayaba por los pasillos de nuestra casa en Albacete, como
hacía anotaciones, corregía… como nos
recitaba a mi madre y a mí fragmentos, como medía el tiempo y la estructura,
obsesionado por la medida justa y como aplacaba los nervios los días
anteriores, preocupado por su gastada voz y esa timidez, que luego (y me
incluyo yo también) parece no existir cuando nos enfrentamos al momento de la
verdad.
El pregón de Juan Andújar Tomás, mi
padre, estructurado en tres partes Entorno, Procesiones y Tambor, preñado de
versos propios y de mi abuelo Juan Andújar Balsalobre, es un juego de
ensoñaciones, de recuerdos, de nostalgia y sobre todo de profundo amor a Hellín
a su Semana Santa, a su Tambor y a los hellineros, baste este breve párrafo
para ver la dimensión, no del hombre, no del poeta, no del padre al que vengo
hoy a honrar, sino del hellinero cabal, que escribe y siente a Hellín y sus
gentes más allá de la vida y de la muerte.
Dice Juanín en su pregón:
“Todo hellinero nace con dos corazones
en el pecho, el uno biológicamente insustituible lo emplea para amar
profundamente a su pueblo y el otro, el tambor, para expresar en estas fechas
ese amor…”
Se puede decir más alto pero no más
claro, porque el corazón del hellinero o la hellinera, ya sea por nacimiento o
adopción, no late, no palpita, solo redobla y al fin y al cabo cuando le
alcanza la dama del alba, no muere, simplemente marcha a repiquetear en otras
dimensiones.
El pasado enero Juanín, mi padre, se fue
a tañer el parche a otros lugares seguramente más indoloros, se fue como decía
Serrat (otro de los iconos, que compartimos) dejando el último verso, en la
revista Tambor de la Semana Santa
de 2012.
Mi padre, Juanín Andújar, nunca fue un
virtuoso de los palillos, el mismo solía decir que no era un buen tamborilero,
en el sentido rítmico y musical de la palabra. Pero yo ahora, echando la vista
atrás, me atrevo a decir, que el mejor tamborilero, no es el que mejor toca ni
el más hábil, ni el más rápido, sino aquel que logra esa comunión con el
instrumento que va más allá del sonido, que se mezcla con el gentío, y queda
solo con su tambor y su propia historia aunque este rodeado de la multitud. Ese
momento mágico que alcanzamos tan solo unos minutos en la noche de Jueves
Santo, en la mañana del Viernes… ¿Qué sé yo? Y que él plasmó en un verso
antiguo titulado “La Noche ”
que comenzaba:
“He soñado esta noche en el Calvario
y me
he sentido solo eternamente…”
O cuando dice en otro titulado
“Anticipación de Viernes Santo”:
“Estuve ayer Jesús en el Calvario
y
no era Viernes Santo.
¡Que
gentío de ausencias,
Que
clamor de ignorancias!...”
Porque el contaba siempre que había sido
un tamborilero solitario, de aquellos que enfrentaban la noche sin más abrigo
que su tambor, pero que sin embargo encontraban amigos y compañeros en cada
calle, en cada barrio y en cada rincón de Hellín… Si volvemos otra vez a su
pregón en el apartado del Entorno, cuando culmina el capítulo con un verso
encontramos:
“Decir Semana Santa en esta tierra
hablar
de los tambores, de los pasos
es
subir hasta el sentido viejo de las piedras
de
tus barrios cosidos de alto en bajo…”
Y
es que Juanín tocaba el tambor en cada verso, en cada estrofa, en cada
comparecencia en las diferentes revistas, especiales etc. de Semana Santa, y en
eso de tocar el tambor con la palabra, el escrito y el corazón, creo que puedo
afirmar, sin moverme la pasión, pero sí, he de reconocerlo la nostalgia y la
ausencia, era el mejor.
El mejor cuando define a Hellín en
cuatro líneas de sus “Cruces de Viernes Santo”:
“Hellín, Semana Santa
infinidad
de muerte y de clamores,
Hellín,
semana Santa, redoble de tambores
infinidad
de sacrificio y múltiples amores…”
Sublime cuando le canta a la imaginería como en estas
coplillas al estilo de su padre Juan Andujar Balsalobre, también extraídas
del Pregón de 1989:
“Esa Virgen de las Penas…
del hellinero escultor
limpia como una azucena
es bonita hasta el dolor…
El silencio enseñorea
el dolorido rumor
hermosa flor de ajedrea
de la
Virgen del Dolor
Hellín se coloca el velo
de la triste oscuridad
sueña el dolor sin consuelo
Virgen de la Soledad
Llena tu balcón de flores
para el paso repetido
del corazón malherido
de María de los Dolores”
O insuperable como cuando les canta a las propias
peñas de tamborileros como en el dedicado “A las Peñas de Tamborileros” que
acaba:
“Aquí desde la cumbre
se contemplan a todas apiñadas
con el nombre de Hellín entrelazadas.
Están todas aquí
las dichas como
aquellas no nombradas.
Y el nombre de Hellín en toda su extensión
ha sido requerido, ha sido enaltecido
con una geografía de emoción
por el entrañable sonido enternecido”.
O en esta otra de 2002, publicada también en la
revista bajo el título “El Tambor Crucificado” y de la que extraigo otro
cuarteto:
Son los arcos de la gente añeja
junto a la
Peña de perfil enamorada
que junta vino y rosa en madrugada
En el cansado lienzo que maneja…
Hellín, Semana Santa y Tambor tres elementos unidos y
presentes constantemente en la peripecia vital, poética y humana de mi padre.
Desde el ansia misma por volver en los tiempos de Madrid, por acercarse en los
años vividos en Albacete y por pasar su ultimo devenir en Gran Vía 33. 1º Derecha.
Hellín, siempre Hellín… La Ciudad Bendita del tambor como
se titula otro de sus versos, Hellín y su encantamiento, así termina el verso
que le dedica a su Hermana Carmen y que se llama “Sueño del Dios Tamborilero”
“Cuando la gente, cansada
de tanta noche y cemento
busca en la yerba cama
y en sus cestos alimento
Dios y el niño de su mano
anduvieron el concierto
de otros tambores que hablaban
de Hellín y su encantamiento”.
Hellín y La Semana Santa … La Semana Santa como el sueño
infantil del Hellinero como plasma Juanín en el propio inicio de su Pregón de
1989:
“Como recuerdo aquellas mañanas de comienzos de
Primavera en Hellín en que con una especial ternura y candidez nos abríamos a
la vida desde las aulas de una vetusta academia. Se sentía la llegada de un
acontecimiento fundamental en el transcurrir del año, la Semana Santa …”
Y La Semana Santa
asociada al tambor…El tambor, ese tambor Hellinero con el que tenemos cada uno
una relación personal e irrepetible y que él expresa de forma única,
mágica y cuasi mística en un poema de amor a mi madre y al que pone por título
“Se llama Amor” cuando dice por ejemplo:
“Se llama amor…
a
la inocente calentura
que
produce una extraña partitura
que
se interpreta en cada corazón
amparada
en la vieja asignatura
del
palillo y el parche en reunión.
Por
eso mujer, se llama amor…
al
toque del tambor.”
Al final y ahora que te has ido, (dejadme que le hable
directamente) Juanín, papá, como mi herencia son tus versos y como a mí solo me
queda coger el testigo, recuerdo también la última estrofa de otro poema, aquél
que llamaste “Cuento atrasado para mi hijo Juan” y me lo tomo como consejo,
para mantener vivo, aun después de la propia muerte, el vínculo del poeta con
Hellín, te miro mientras oigo tu voz que dice:
“Y entiende lo que te digo
en tarde de amorosa reflexión
que embellece el sonido de un tambor,
y entiéndelo si puede ser,
como el viejo poeta lo dijera
porque te estoy hablando…
… de Hellín en Primavera.”
En estas líneas y gracias a la oportunidad que me ha
brindado la Revista Tambor
y la Asociación
de Peñas de Tamborileros he intentado desvelar “El misterio de Juanín”, mi
padre, posiblemente si no el poeta de las Semana Santa de Hellín, seguro que el
poeta del Tambor de Hellín, no sé si lo he conseguido, dejadme darle, de nuevo la palabra a él para concluir, si no
desvelando su propio misterio, si desvelando, a mi juicio, el misterio del
tambor, con el final del poema con el que iniciábamos esta “elegía” donde
desgrana, otra vez en mi propia opinión, lo que es y será nuestra razón de ser
tamborilera:
“Vamos a llamarle altura
vamos a llamarle brisa
acordemos que es mesura
que va oponiendo a la prisa
la dolorosa agonía
del amor exacerbado
que puso un Crucificado
para el que no le entendía.
Le llamaremos bonanza
yo le llamaré hermandad
y aquél solidaridad
y entre todos esperanza
y puede ser que algún día
el redoble del tambor
sea el único dolor
que rasgue mi geografía”.
Juan
Andújar Tomás y Juan Antonio Andújar Buendía