UNA FRASE

Llamó a mi puerta la nostalgia y no le abrí... pues estaba buscando soluciones para el futuro




jueves, 27 de septiembre de 2012

ELLA MURIÓ TRES VECES

ELLA MURIÓ TRES VECES
            Ella murió tres veces...
            La primera vez, murió en el andén de la estación de Atocha cuando él cogió el tren que había de conducirlo a Lisboa, llevaban toda la noche despidiéndose y ella sintió verdaderamente su adiós cuando sus labios se entregaron al postrero beso y él ocupó definitivamente su asiento en el vagón de fumadores junto a la última ventanilla. Ella, muerta entonces, encaminó sus pasos hacia el parking y condujo con lentitud hasta alcanzar el garaje de la casa que ambos compartían en el barrio de Usera. Ya en el calor del hogar, recobró el aliento pensando que él volvería al cabo de unas semanas y tardó apenas unos minutos en conciliar el sueño embutida en la chaqueta del pijama que apenas unas horas antes había acogido el inmenso y caliente cuerpo de él. La cama aún conservaba su fragancia cuando despertó al cabo de unas horas recuperando parte de la vida perdida.
            La segunda vez, ella murió al encontrar sobre la mesa de la cocina la carta en la que él se despedía diciendo que jamás volvería, tuvo que leerla dos veces para cerciorarse de que no estaba soñando todavía. Seguía llevando su pijama, la casa olía a él por todas partes y en el lavabo aún había restos de su barba recién afeitada, y sin embargo en aquella maldita carta, Roberto le decía un definitivo e incomprensible adiós. Ella no lloró, no tenía costumbre de hacerlo, pero repasó inconscientemente la historia de ese amor que había durado tres años, su primer encuentro en la facultad de Filología, ella estudiante y admiradora, él escritor y ocasional conferenciante en curso de verano, ella joven con apenas estrenada una exuberante veintena, él maduro, reservado e hipocondríaco, ella vital, generosa y apasionada, él necesitado, egoísta y tranquilo. Rememoró el día en que por primera vez se metió en su cama, como una gata sinuosa, mientras él la aprisionaba con esos brazos tiernos y afectuosos, el día en que comenzaron a vivir juntos, sus continuos cambios de humor, sus bromas agudas e ingeniosas, sus manos comprensivas y excitantes, el sabor a tabaco de pipa de su lengua, las noches de insomnio charlando de los clásicos, la navidad con sus hijos y sus nietos, los martes al teatro, el verano en Donosti, Buenos Aires en abril, su última novela corregida por ella, el premio Nadal, la audiencia en La Zarzuela, la cerveza en “Juanito”, el anillo, la boda, la bronca de Junio, sus platos favoritos y las cartas de amor que le daba cada día primero de los meses impares.
            Cuando volvió al calor de la cama y se abrazó a la almohada recobrando la vida y llorando por fin su ausencia, se conjuró consigo misma para hacerle volver.
            La tercera vez, la peor de todas, ella murió cuando somnolienta descolgó el teléfono... Al otro lado del auricular un redactor de la cadena Ser tras identificarse, quería saber  si en el tren siniestrado Madrid-Lisboa viajaba como parecía desprenderse de los primeros datos el escritor Roberto Esnaola, que parecía que había sido identificado como una de las 14 víctimas mortales. Ella no continuó escuchando y ni siquiera colgó el aparato, como lanzada por un resorte se enfundó unos pantalones vaqueros gastados, cogió las llaves del AX y el abrigo que él le regaló por su cumpleaños y bajó las escaleras de tres en tres camino del garaje para intentar llegar hasta el lugar de los hechos.
            Cuando el Citróen de Vanesa Sánchez, bajo una lluvia intensa, se salió de la curva a 140 por hora en la autovía que va de Madrid a Lisboa pareció detenerse el mundo. Ella llevaba puesto una chaqueta de pijama masculino y  tenía una carta manuscrita de su marido, el escritor Roberto Esnaola, en el bolsillo izquierdo. Trasladada de urgencia al Gregorio Marañón, Vanesa Sánchez, fue ingresada en la UCI con pronóstico “muy grave”, politraumatismos, pérdida de masa encefálica y estado de coma, según rezaba el parte médico firmado por el doctor Bernardo Calabuig en la madrugada del lunes al martes del día 3 de Marzo.
Cuando el director de la UCI, Doctor Benjamín Córcoles, certificó su muerte física el 17 del mismo mes, Vanesa Sánchez llevaba ya 15 días muerta.

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