UNA FRASE

Llamó a mi puerta la nostalgia y no le abrí... pues estaba buscando soluciones para el futuro




jueves, 13 de junio de 2013

EL SIRIMIRI QUE NO CESA-A mi pequeña Esther que mañana cumple 2 años

Querida Esther:
        El tiempo pasa deprisa y mañana cumples 2 años, 2 años de aventuras y descubrimientos en  este mundo actual en el que nos toca desenvolvernos.
        Si tu abuelo Juanín, no se hubiese marchado a Gabor un día de enero cuando tú solo eras un bebé, sería él y no yo quien te dedicaría un “Sirimiri Especial”, alejado de los focos de la actualidad, una ensoñación de esas que solo el sabía hacer, un paisaje de infantil primavera que el pintaba a golpe de letras y versos.
        Yo, tal vez por el tiempo en que vivimos o tal vez por una falta de inspiración bucólica, quizás vaya a ser más mundano y menos espiritual en esta carta.
En estos dos años desde que te conocí ese 14 de junio de 2011 han pasado cosas y muchas no han sido buenas…
A la prematura marcha de tu abuelo, se unió después, la de su madre, tu bisabuela Pepita, que quiero pensar que se fue a cuidar, una vez más de su Juanín, en esos gestos que solo son capaces de hacer las madres. Igualmente y poco después, la otra bisabuela que conociste… Tu bisa Herminia también emprendió ese camino sin retorno que nos deja a los de aquí, no solo tristes, sino ausentes y ciertamente huérfanos.
        Me queda eso sí, el consuelo de que los tres te disfrutaron algo, poco… es cierto, pero te tuvieron en sus brazos cuando eras un pequeño balbuceo e incluso, “las bisas”, pudieron verte dar los primeros pasos.
        Hoy, y por más que tus padres quieran a veces retener un poco al bebé, ya eres una niña… Una niña despierta, móvil, alegre y arrebatadora.
        Tu risa, como decía Miguel (siempre Miguel), me sigue haciendo libre y eso en los tiempos que corren, donde parece que la libertad quieren encorsetarla ante los intereses monetarios, es un logro.
        Me siento libre cuando veo tu carcajada ante un beso o una cosquilla, cuando miro tus movimientos imparables, tu innata curiosidad o tu absoluto desprecio ante el peligro… por más que se me rompa el alma cuando te pegas algún “trastazo” y muera de miedo cuando intentas encaramarte a alguna silla.
        Me embobo ante tus gestos, tan parecidos a veces a los de tu madre, cuando intentas quitarte un mechón de pelo de la cara, cuando miras intentando seducirme o cuando peleas con tu hermana por ver quien alcanza antes la cima de mis rodillas.
        Cuando te contoneas al compás de una canción o señalas con el dedo y gritas el “No va No va” si se para tu dvd favorito o cuando pides “tatas” y las vas devorando con la satisfacción del que se sabe dueño del mundo.
        Crecemos, Esther, y cuando crecemos dejamos de ser dueños de este mundo, porque cuando el mundo es pequeño como el tuyo de los dos años, los niños como tú son grandes y son dueños, mientras que en este devenir absurdo de los adultos vamos pasando a no ser dueños de casi nada más que de lo estrictamente económico, que es lo que menos valor tiene de todo.    
Más allá de la obligación paterna de quererte y cuidarte, me gustas, me caes bien, me tienes ganado, he de reconocerlo, me gusta incluso lo que no me gusta de ti, me gusta tu genio (llamémosle carácter)… es posible que más que corregirlo, haya que encauzarlo correctamente… porque a veces me da la impresión en que se avecinan tiempos en los que habrá que echarle ovarios a la vida…
Es posible que se avecinen tiempos en los que más que pedir haya que reclamar cosas y ser audaces, valientes y decididos. Tú Esther, en tu pequeñez, pareces serlo y ese inconformismo de la infancia, debe enseñarnos a los adultos a defender, aun a riesgo de cometer errores, aquello en lo que creemos y aquello por lo que estamos en el mundo, con el único objetivo de ser felices.
        A veces, en nuestras legítimas preocupaciones particulares, en nuestras ambiciones o en nuestros fracasos particulares, en nuestras incertidumbres particulares con el futuro… los mayores (como nos llama tu hermana Belén y supongo que muchos otros niños) olvidamos lo importante y lo importante, no es otra cosa, por más que nos digan lo contrario, que vosotros, Esther, tú, tu hermana y todos los demás niños al alcanzar la edad adulta viváis en un mundo mejor, más justo, más igual, más noble y más digno.
        La vida, Esther, se va complicando cuando creces, pero ninguno renunciamos a crecer, tampoco podemos, que conste, aunque en algún momento nos hayan entrado ganas.
        Tu creces y seguirás creciendo, irás aprendiendo frases y palabras, nociones y conceptos, ganando independencia funcional a la vez que aumenten tus ataduras sociales en forma de colegios, amigos, institutos, universidad… trabajo (si existen estas cosas cuando vayas quemando etapas de tu vida, que uno ya no sabe que pensar…) y espero que encuentres también aquellos lugares (a veces recónditos en el alma) donde mantener esferas de libertad y formas de expresarla y que nadie te los quite, ni siquiera aquellos que pretenden imponernos leyes de mercado, déficits y todas esas palabrejas que nunca llegaremos a entender, y que no sabemos quienes son ni donde están realmente.
        En realidad, Esther, no es ese el objeto de mi carta, que pretendía (posiblemente sin conseguirlo) ser una carta de amor y cumpleaños ausente de diatribas políticas, pero es verdad, que uno a estas alturas, no se desprende ya, ni queriéndolo, de la propia situación que padecemos y de no saber a día de hoy, si en la vejez hasta ayer supuestamente pensionada, tendré que pedirte alguna paga extra si tu situación lo permite.
        Volvamos, pues, Esther a tu presente de diminuta librepensadora y dejemos para más adelante las cuitas de la propia madurez.
        Hagámoslo otra vez en el lenguaje heredado de los ancestros, subiendo como siempre al corazón y en compañía de tu hermana Belén (Memén en tu idioma) y de mi infalible Laura, tu mamá y que como “delegado” de ellas y en mi propio nombre te deje sobre la tarta y las velas un verso que leerás un día, espero con pensamiento crítico y tal vez recites con la misma garra, con la que me reclamas y me llevas de la mano a que te ponga en la tele tus dibujos.
                Me sabe a trueno, el beso que me dejan
        tus labios infantiles en la boca…
        ¡Tormenta de la casa!, ¡dulce loca!...
        Hilando el corazón en tu madeja.
                Múltiplo de dos, que suma cuatro,
        elemento que va de un sitio a otro,
        imparable complemento del nosotros…
        Tercera actriz de mi grupo de teatro.
                Sube mamá la cuesta hacia tu cole,
        frío al invierno, calor hacia el verano.
        Aprendes a hacer palmas con las manos,
        arriba espera ya la seño Sole.
                Regresa ya mi niña de su escuela,
palabras aprendidas y enseñadas,
canciones repetidas e intentadas…
La música que amansa ya a mi fiera.
        Caminas por la casa de puntillas,
continuando los pasos de tu hermana…
Me despiertas un domingo de mañana
y acaricia tu mano mi mejilla
        Pequeña dictadora de la casa…
Geniecillo cotidiano del entorno,
destructora… bajito terremoto…
observadora fugaz de lo que pasa.
        Escaladora audaz de mis rodillas,
saltadora voraz sobre mis huesos…
Robadora de parte de mis besos,
destinataria también de mis cosquillas.
Tu risa me libera y enaltece,
me lleva al más allá tu carcajada,
me puede todo y nada tu mirada,
cada “papá”… me aumenta y engrandece.
        Mamá recoge en brazos tu carrera,
cobija cuando lloras tu lamento…
Aguanta tu no parar y tu tormento,
te enseña a ser mayor aunque no quieras.
        Memén, (que es Belén en tu lenguaje),
intenta “madurar”, llegado el caso
y juega a ser la “seño” de tus pasos…
Su mano te acompaña en cada viaje
        Requiebro de tus dedos diminutos
vacías el baúl de los juguetes
recoge uno, cuatro, cinco… siete
para dormir te llevas solo a Pluto.
        Alumbra ya “la lú” de tus antojos…
Me quedo como absorto y fascinado,
revoloteas aleteando a mi costado
¡Me puede la viveza de tus ojos!.
        Esther, caminadora de mi mundo,
mano que por la calle me conduce…
Chiquitina mujer, que me seduce…
¡Esther no se está quieta ni un segundo!
         Esther, que sube ya otro peldaño
en la escalera inacabable de la vida…
Esther, inasequible bailarina
en la pista del segundo cumpleaños
        Esther es ese premio, es el regalo
que nos hicimos Laura y yo a nosotros mismos…
Esther, el cuarto miembro del equipo
de la liga que a diario nos jugamos
        Esther te dejo en este, que es tu día,
mas allá de la fiesta y de la tarta,
Por si alguna vez te hiciera falta…
Lo único que tengo… Mi poesía…




Juan Antonio Andújar Buendía

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